Olmo

olmo

Entre los árboles más característicos de Inglaterra, el olmo, es el de más controversia, ya que son dudosas las afirmaciones de una existencia en este país antes de la ocupación romana, pero en realidad se a tomado como esa su procedencia para Occidente.

Rara vez maduran sus semillas, multiplicándose, a través de los retoños mas que nada. Sus matas de flores pequeñas, a menudo evidentes de color rojo o púrpura en las ramas desnudas en medio de hojas de marzo, son su principal característica, y hasta los no expertos lo reconocen.

El olmo se reconoce con sus hojas oblicuas, es decir, lobuladas en la base, frecuentemente una de mayor tamaño que la otra, en sus flores con pelambre insertado, colgantes, cada una con dos estambres y pistilos, y encerrado el fruto alado resultante. Pero, cuando, sin embargo, en lugar de estudiar los especimenes en el herbario, se visita el árbol vivo, vemos a la vez características únicas que claramente nos impresionan con la individualidad de varias formas diferentes.

Cuando se ve en su mejor momento del olmo es un árbol muy grande, incluso superior a 30 metros de altura, y a menudo envía una o dos extremidades enormes horizontales a una distancia de 10 o 15 metros del tronco, que en general se bifurcan arriba en ramas ascendentes, formando una copa redondeada, que se eleva sobre las masas ondulantes.

Su corteza es de color gris, con grandes surcos verticales de edad que marcan los anillos en expansión de la madera en el interior, y han ganado para el árbol el epíteto de «resistente».

El olmo no es particular en cuanto a los suelos, pero florece mejor en un suelo franco arcilloso profundos que en los valles abrigados.

En la arena o grava sus raíces se extienden horizontalmente cerca de la superficie y se pueden, por tanto, quedar al descubierto por la eliminación de la superficie del suelo a través de la acción de la lluvia.

Otra desgracia para el olmo es la pérdida de sus ramas grandes horizontales, basicas para el árbol, que, aunque a veces atribuible a la acción de las heladas, a menudo sólo son por el accionar del hombre.